Por el nómada César Goas
A UN AMIGO.-
A veces, sucede que al conocer un hecho o recibir una noticia, un recuerdo aparentemente dormido aflora bruscamente en nuestra memoria y, como si del despertar de un letargo se tratara, salta a un primer plano de nuestra conciencia, tan vívidamente que se es capaz de recordar hasta detalles insignificantes. Evocaciones en sí mismas sin valor, pero indicativas del lazo de unión que inconscientemente se ha mantenido con el objeto recordado. También es cierto que en ciertas ocasiones hubiera sido deseable permanecer con el recuerdo dormido.
Así ha ocurrido con un mensaje recibido en el corre de nuestra Hermandad “El nómada Brígido Rodríguez Ballester ha fallecido hoy en Badajoz, Descanse en Paz”.
Comunicación escueta, como tiene que ser, pero suficiente para que se pusiera en marcha el mecanismo del recuerdo, y así mi mente me lleva a Daora, base de la primera Compañía del Grupo Nómada III de ATN, en la que coincidimos destinados durante un tiempo. Era Brígido de carácter afable, voluntarioso, discreto y buen compañero, cualidades que facilitaba la buena convivencia en la base. También era calvo, pero sin complejos; presumía de su alopecia como un hippie de sus melenas, y eso le costó el cariñoso apelativo de “el divino calvo”, asumido sin reservas.
La ausencia por permiso de “colonial” de nuestro capitán Martínez Ruíz, hizo que yo tomara el mando de la compañía, y Brígido demostró con su sincera predisposición a facilitar la labor de mando de un teniente inexperto y no mucho más antiguo que él, que además de buen compañero, ser un magnífico subordinado, buen oficial y mejor amigo.
Saber diferenciar entre compañeros de la misma graduación y el ejercicio del Mando, da la clave para distinguir a un buen profesional del que no lo es, y él supo establecerlo perfectamente. Para compensarle de sus desvelos y ayuda, de vuelta de un permiso le llevé de regalo una peluca preciosa que recibió con alegría, y la usaba en los actos más solemnes de la base, sirva esta pequeña anécdota para enmascarar la pena por su fallecimiento.
Después de Nómadas cada uno seguimos nuestro propio camino que nos llevó a distintas unidades y guarniciones, él a Badajoz y yo a Madrid, y así, y el tiempo fue adormeciendo que no borrando nuestras vivencias, afloradas por el hecho luctuoso de su fallecimiento, que será como un revulsivo para que su ausencia física se compense con el recuerdo permanente y vivo del amigo.
Que Dios Nuestro Señor te tenga en su gloria.