Rafael Molero
El miércoles pasado día 15, tuvo lugar la presentación del libro “LAS HARCAS, Marruecos 1909 – 1960” de la editorial Almogávares en la librería Tercios Viejos en Madrid.
Es de destacar que el nómada De Mesa ha cedido todos los derechos de esta obra a la Fundación Indortes para la restauración, conservación y mantenimiento de cementerios militares, tanto en España como en Marruecos y Rusia.
Nuestro nómada De Mesa estuvo acompañado del editor Guillermo de Rocafort que hizo de “introductor de embajadores”, abriendo el acto.
El contenido de la presentación fue la siguiente:
Buenas tardes. Muchas gracias, Guillermo, por las palabras anteriores y a los asistentes por ser tan valientes como para venir en esta tarde a la presentación de este libro, que forma parte de la tetralogía sobre las tropas indígenas al servicio de España y del Majzen marroquí durante las campañas de Marruecos, que en su día me propuse escribir ante la falta de información sobre muchas de ellas.
Pero antes de entrar en materia, en primer lugar pedir perdón porque vaya a leer unas páginas, pero por deformación profesional, la labor del Juez es escuchar, ver y dictar sentencia, antes que hablar, solo sé expresar mis ideas en papeles: además uno está en una edad en la que la memoria falla muy a menudo, y aunque un científico moderno dice que no es que nos falle, sino que como tenemos tanta información en el cerebro tardamos más tiempo en sacarla a la luz, lo cual queda muy bonito, la verdad es que muchas veces las ideas se van y ya no vuelven.
También señalar por un lado que el objeto de las presentaciones es la venta de libros, cuantos más mejor, así que invito a los asistentes que no lo tengan a que lo adquieran, pero no por interés del autor, sino porque todos los derechos sobre esta obra han sido cedidos a la Fundación Indortes para la restauración, conservación y mantenimiento de cementerios militares, tanto en España como en Marruecos o Rusia, y por otro que ya he entregado para su publicación el libro sobre las Tropas Jalifianas: con el cual terminaría mi tetralogía sobre las unidades indígenas en las Campañas de Marruecos y Guerra Civil española, de la que dejé fuera precisamente a los comúnmente conocidos como Grupos de Regulares.
Con relación a estos últimos quiero agradecer desde aquí la ingente labor, muchas veces desconocida, de Carlos García Rosado, que unas veces en solitario y otras en colaboración con otros compañeros suboficiales de nuestro actual ejército, ha llevado a cabo un tarea ingente durante estos años para darnos a conocer la historia de esas fuerzas indígenas, las más numerosas y más condecoradas del Ejército español, labor que como no está terminada, que sepa queda la del Grupo Melilla nº 2, animo a Carlos a que no nos deje sin ella.
Al leer libros sobre las Campañas de Marruecos las referencias a las unidades indígenas de Regulares eran muy frecuentes, de vez en cuando aparecían otras como Milicia Voluntaria de Ceuta, Policía Indígena, Tropas Jalifianas o Mehal-las, pero se pasaba muy por encima sobre ellas, lo que hizo que me interesase por las mismas y que en mis ratos libres investigase sobre ellas, hasta que llegó un momento en que tenía tanta información al respecto que me decidí a buscar un audaz aventurero que tuviese el valor de meterse en su edición, y lo encontré a través de la entonces editorial Fajardo el Bravo, que acogió muy favorablemente mis proyectos y que publicó en el año 2017 la obra titulada De los Mogataces a la Milicia Voluntaria de Ceuta, en el que se exponen las diferentes unidades indígenas que existieron en el ejército español, desde principios del siglo XV hasta los del XX, por todo el Norte de África desde Libia hasta las costas atlánticas saharianas durante nada menos que cinco siglos, desapareciendo la Milicia a mediados de los años 10 del pasado siglo al convertirse en el Grupo de Fuerzas Regulares Indígenas Ceuta nº 3.
El siguiente libro, publicado también por “Fajardo el Bravo", apareció al año siguiente, es decir en 201 8, teniendo como título La Policía Indígena Española, en el que expongo la historia de unas unidades que, pese a tener la denominación de Policía, pertenecieron desde el primer momento al ejército español, si bien tenían una dependencia también del entonces denominado ministerio de Estado, hoy Asuntos Exteriores. Dichas unidades tuvieron una vida muy breve, desde 1909 hasta 1922, y aunque fueron muy denostadas por su actuación en Melilla en 1921, en el libro he tratado de demostrar, con mayor o menor éxito, que con la documentación oficial encontrada, y como ocurre en todos los acontecimientos aciagos, en agosto de 1921 se dieron una serie de circunstancias y acontecimientos, en los que intervinieron tanto españoles como marroquíes, y que condujeron a Annual y Monte Arruit, sin que la intervención o no intervención de la citada Policía fuese esencial en su desarrollo, como tantas veces se ha escrito.
Si no los tienen y les pica la curiosidad sobre su contenido, ejemplares de ambos libros los hay a su disposición en este momento en la librería en la que nos encontramos, si bien son escasos porque las ediciones de los mismos en su momento tuvieron buena aceptación y venta.
Mi idea, aceptada plenamente por la editorial, era publicar otros dos libros, uno dedicado las Fuerzas Irregulares y otro las denominadas Fuerzas del Majzén, es decir Mehal-las y Mehaznias. Por causas que no me atañen Fajardo el Bravo desapareció cuando ya les había entregado el texto del tercer libro e incluso, estaba maquetado, teniendo que esperar su publicación hasta la aparición de una nueva editorial «Almogávares S.L.», que asumió el riesgo.
Y se preguntarán ustedes, porqué el autor eligió el de las Fuerzas Irregulares para ser publicado antes que el de las del Majzén. La interpelación tiene una respuesta dentro de mi ámbito familiar, mi abuela, Regina, cuando en su casa se reunían sus hijos, tuvo ocho, fruto de dos matrimonios, el segundo ya viuda con tres hijos del primero, con un viudo que aportaba otros tres, naciendo otros dos hijos del segundo matrimonio, con sus abundantes nietos y estos, entre los que yo me encontraba lógicamente, organizábamos mucho ruido y bulla, siempre nos decía sonriendo «Sois peor que una harka mora». La verdad es que nunca le pregunté porque empleaba esa expresión, tal vez recordando que su hijo mayor, mi tío y padrino Vicente, nada más terminar las campañas marroquíes había sido teniente de Intervenciones Militares. Total que recordando aquella frase me incliné por dar a conocer lo averiguado sobre las Fuerzas Irregulares.
Como se ha señalado con anterioridad hace algunos años en el Instituto de Historia y Cultura Militar de Madrid di una conferencia sobre las Harkas y, aunque para ello había investigado, me quedé con la duda de que si lo había hecho bien a fondo.
Al quedarme con esa incertidumbre, realicé investigaciones en el Archivo General Militar de Madrid, en el que se guarda toda la documentación relativa a las Campañas de Marruecos, contando con la impagable ayuda tanto de los funcionarios civiles, Teresa y Luis, como del hoy comandante Pacheco y del subteniente Casaponsa, y tras investigar en la documentación que se encuentra microfilmada, pasé a la que no está catalogada, ni por tanto microfilmada, hallando en el papel, que creo que han sido mis manos las que primero lo han manejado desde que el mismo fue guardado en las correspondientes cajas, abundantísima documentación que ha servido para terminar de documentar las páginas del libro que hoy se presenta.
En esta documentación he encontrado noticias y datos completamente desconocidos hasta el presente, como puedan ser los despliegues de las harkas formadas a partir de finales de 1924, su intervención en las operaciones que tuvieron lugar en la zona de Melilla a cargo de la Harka Varela, con los preciosos y precisos informes rendidos por su comandante jefe tras cada una de ellas; la participación de las harkas en el posteriormente desembarco de Alhucemas; o ya en 1926 en la campaña de pacificación del Rif y en la de Yebala hasta la finalización de las denominadas Campanas de Marruecos, en las que, salvo la intervención de las banderas legionarias y de los servicios prestados por artillería, ingenieros, intendencia y sanidad, formados por españoles todos ellos, el peso de la operaciones lo llevaron tanto las unidades regulares como las irregulares indígenas.
Había tenido alguna noticia de la existencia una harka denominada de Beni Urriaguel, o López Bravo, que había tomado parte en las operaciones de pacificación llevadas a cabo después de la derrota de Abd-el-Krim; al respecto puedo decir que he encontrado en dicho Archivo mucha documentación sobre la misma, su formación, intervención en operaciones, etc., etc., que sucintamente he reflejado en el libro, y lo mismo con la denominada harka de Amar-Uchen o Bueno.
También encontré abundantes noticias sobre otras harkas menos conocidas, a las que dedico el correspondiente capítulo, como puedan ser la de El Uafi, Bajá de Xauen, o la rifeña de Soliman el Jatabi, primo de Abd-el-Krim, ambos grandes amigos y colaboradores de España hasta sus fallecimientos.
Repito encontré abundantísima documentación sobre las harkas y gums, tanto los formados con anterioridad a 1921, como los que vieron la luz después de ese año, y aprendí a distinguir, a partir de 1924, entre harkas e idalas, apreciando la labor que callada y heroicamente llevaron a cabo al frente de las mismas unos pocos y selectos oficiales del ejército español que convivían normalmente solos, sin compañero español alguno, o apenas dos o tres cuando más, rodeados de marroquíes, que por su valor decisión supieron mandar y alinear con el esfuerzo hispano marroquí para reforzar el prestigio del Majzén y la figura del Sultán, esfuerzos, tanto de españoles como de marroquíes amigos, que no fueron agradecidos al cabo de los años por el entonces Sultán, ni hoy día lo son, ni lo han sido, por sus descendientes.
El estudio de la tan citada documentación me hizo conocer la importancia de las unidades irregulares indígenas en la pacificación del Protectorado, hasta entonces desconocida para mí y para cualquiera de los que han escrito sobre las campañas marroquíes, pues apenas he leído en sus obras alguna referencia a ellas, sino es para denostarlas, por cierto sin conocimiento de causa, como señalo en la introducción del libro. Ciertamente la mayoría de las obras escritas al respecto, desde mi punto de vista, pecan en el sentido de que la documentación en la que se basan preferentemente en la que se encuentra depositada en el Archivo General de la Administración de Alcalá de Henares, en la que desde luego la hay abundantísima sobre Marruecos, pero la mayoría de las veces no es una documentación militar en si, por lo que conocen prioritariamente los asuntos de índole política, pero no los referentes a las operaciones militares de pacificación en sí, tal vez porque en la mayoría de los casos todo lo que suene a militar les produce un profundo repelús, cuando no un auténtico odio.
En las investigaciones empecé encontrar documentación referente al hecho de que cuando se oían disparos cerca de alguna kábila amiga, intercambiados entre las tropas hispano marroquíes y los rebeldes, sin orden recibida para ello, de la kábila salían algunos hombres armados de fusiles, que se unían a las tropas actuantes y que disparaban contra los insurrectos, la mayoría de las veces sin causarles bajas, pero también, curiosamente, sin pedir nada a cambio quienes al terminar el tiroteo volvían a sus hogares, o no volvían, ya que habían caído muertos por el fuego enemigo, actitud que para una mentalidad europea, y menos hoy en día, tiene explicación alguna, salvo que pensemos que lo único que les movía era la posibilidad de disparar unos tiros sin más, lo que era suficiente para atraerles al peligro, y no la de matar a algún cristiano al luchar no contra estos, sino contra marroquíes.
Como en la documentación consultada no encontré un nombre apropiado para estos eventuales guerreros, a su conjunto, como señalo en el libro, le he dado el nombre de partidas, que tanta importancia tuvieron en la guerra de Independencia contra el francés, o años después en las guerras carlistas.
En cuanto a los integrantes de las harkas, señalar que en muchos casos, y sobre todo en los años iniciales, sus componentes se alistaron la mayoría de las veces por su adhesión a una persona, o a una agrupación de personas, que habían tenido a bien aliarse con el protector, si bien en muchas ocasiones la alianza plural, la de las cabilas, se evaporaba por las propias peculiaridades de sus habitantes y sus sistemas de coaliciones, y quienes hoy eran amigos y aliados, se convertían de la noche a la mañana en enconados enemigos. Al respecto no hay que olvidar una frase que se hizo, por desgracia, muy célebre fue utilizadísima en aquellos años: cábila abandonada, cábila sublevada.
Por el contrario, y con alguna excepción que confirma la regla, cuando caídes y bajaes se convertían en aliados de España, las personas afectas a ellos por lazos de parentesco, dependencia o amistad, tan importantes entre los marroquíes, solían seguir las inclinaciones de sus jefes, permaneciendo fieles al país protector y al Majzén, pasase lo que pasase, formando las que se denominaron Harkas, Gums, Yunds e Idalas. Entre tales personalidades podemos mencionar a prestigiosos marroquíes, que irán apareciendo en las páginas del libro, como Abd-el-Kader, Abd-el-Malek, Uafi el Bakali, el R'Miqui, el otro Bakali, el Melali, el M'tugui, Amar Uchen (también conocido como Amarusen), Solimán El Jatabi y tantos otros que, fieles al propio Majzén y a los lazos que un día construyeron con España, no vacilaron en combatir y derramar su sangre a nuestro lado, incluso muriendo como Abd-el-Malek, sirviendo de ejemplo para que muchos de sus compatriotas les siguiesen.
Desgraciadamente, como he manifestado con anterioridad, para su memoria y la de sus compatriotas, a raíz de la independencia de Marruecos, fueron considerados y tratados los por entonces supervivientes como parias e incluso traidores, y no digamos los ya fallecidos, olvidando que su colaboración con España en la mayoría de los casos estuvo basada en la lealtad y servicio al Majzén y al Sultán, que en el Protectorado español representaban el Jalifa y el Gran Visir.
Con relación a alguno de los caídes amigos anteriormente citados, el que fue Alto Comisario, general Burguete, al prologar en 1925 un libro decía: Algunos de las que me escucháis sois testigos de mayor excepción de lo que han llegado a ser y son con vosotros aquellas tropas de Regulares y de Mehal-las y de Jarkas amigas que mueren por salvar a sus oficiales cristianos heridos y que ven perecer a sus familias arrasados sus aduares por el enemigo y siguen con nosotros y hoy se llaman Abd-el-Kader y Amarusen y Ali y Abd-el-Malek y el Guafi y el Bakali y tantos otros.
Como ese moro que hace poco leísteis en la prensa se destacó a caballo y se jugó la vida y rompió entre los suyos para salvar al oficial aviador Lecea, negándose después a recibir toda recompensa metálica y respondiendo con una frase condensación de un romance más de la época histórica: «Yo no sirvo a España por dinero, yo la sirvo por corazón».
Inicialmente, la efectividad de los apoyos de elementos irregulares a la hora de en éxitos militares, fue muy escasa, con las excepciones que se irán conociendo a través de las páginas de este libro, como lo había sido en su día bajo el mando de los sultanes de la dinastía alauita. Pero la experiencia hizo que, sin llegar a convertirse en unas tropas con el carácter de netamente regulares, bajo las órdenes de oficiales y suboficiales, tanto españoles como marroquíes, un número reducido fuerzas, en principio irregulares, adquiriesen una disciplina y una preparación militar tal, que su empleo en los últimos años de la campaña se tornó imprescindible.
Las propias necesidades de la guerra en el país vecino hicieron que continuase el empleo de fuerzas irregulares per se a lo largo de los años de 1925, 1926 y 1927, y que dicha clase de combatientes siguiesen siendo utilizados por los mandos hispano marroquíes, siempre bajo las órdenes de muchos de los jefes indígenas anteriormente referidos, pero apareciendo al lado de las harkas ya regulares, las denominadas idalas, menos numerosas en cuanto a sus efectivos, levantadas y desarmadas según las necesidades del momento.
La palabra harka adquirió en los años de las campañas de Marruecos tal impronta que perduró en los sucesivos, por lo que durante nuestro conflicto civil en la zona nacional, y al principio del mismo, con independencia de la indígena que durante unos pocos meses tomó parte en el avance sobre Madrid, al ser fuerza del Majzén su estudio corresponde al libro sobre las Tropas Jalifianas, en algunas localidades se crearon pequeñas unidades, formadas exclusivamente por voluntarios españoles que fueron denominadas harkas, tal vez porque sus jefes o alguno de sus componentes en aquellas campañas habían luchado en ellas. Así la harka Santiago en Oviedo, o la denominada Berenguer en tierras andaluzas, que tuvieron una efímera existencia.
Y tan es así que quedó la impronta del nombre generalizado de dichas unidades en el ideario de España, que en los años cuarenta se llegó a filmar una película con tal nombre, que tuvo éxito en las carteleras durante un cierto tiempo, si bien su historia y desarrollo se refiere a las campañas marroquíes.
Una vez estudiada la actuación de las diferentes fuerzas irregulares al servicio de España y el Majzén durante esos años, para un completo conocimiento de las unidades irregulares marroquíes hago una referencia a las utilizadas por los enemigos de España y del Majzén durante los años que duraron las campañas de Marruecos, dedicando un capítulo a las que levantó el Raisuni contra España y el Majzén entre 1912 y 1923, y otro a las rifeñas desde 192 1 hasta el fin de la rebelión del Rif en 1926. Si bien Raisuni en el año 23 y 24 cooperó de nuevo con el Majzén y con España, aportando al menos una harka, que por cierto no dio resultado alguno positivo, que también es objeto de exposición en un capítulo.
Hay que recordar que los oficiales españoles de las mismas se cubrieron de gloria al frente de sus hombres y que varios de ellos consiguieron, la mayor parte con ofrenda de sus vidas, ser merecedores de las más altas condecoraciones militares o de ascensos por méritos de guerra, e incluso algunos de los dos premios: condecoración y ascenso.
Por razones que desconozco, si es que las hubo, no se fue muy generoso con sus integrantes marroquíes, y fue en la tardía fecha de octubre de 1930 cuando se concedieron una serie de condecoraciones de menor rango a kaides de harka y harqueños que se habían distinguido en las campañas terminadas tres años antes, y aun hubo que esperar más de un año, ya instaurada la república en España, para que algunos de ellos se les concedieran asimilaciones a graduaciones militares españolas. Por su parte el Majzén, a partir de 1927, concedió a los kaides de las Harkas la posibilidad de convertirse en oficiales de las Mehal-las, posibilidad que aceptaron la mayoría de ellos.
Como dichas unidades fueron disueltas una vez terminadas las campañas marroquíes, se permitió por parte del gobierno del Jalifa que los suboficiales y tropa de las mismas, que lo quisieran y fuesen idóneos, pasasen a integrarse en las Mehal-las, o en, las Mehaznias.
Durante la IIª G.M. se volvió a pensar en crear varias con las que defender el Protectorado si era atacado por los aliados, incluso para invadir, las circunstancias lo exigían, el vecino protectorado francés, pero la idea no pasó de eso: idea o proyecto. Finalmente, en el capítulo correspondiente, se hace constar que reaparecieron las harkas en 1958-1960 en el Sahara español, fueron extinguidas en 1969, y los componentes que quisieron pasaron a integrarse en las filas de la Policía Territorial del Sahara.
MUCHAS GRACIAS POR SU ATENCION y si quieren formular, alguna pregunta estoy a su disposición.