En 1970 se detectó cierta agitación e inquietud entre la población saharaui que trasladado a la tropa nativa de la Agrupación se manifestó externamente con actos, gestos y palabras ante los mandos ajenos por completo a su habitual comportamiento respetuoso y comedido que, si bien en principio sólo fueron esporádicos y en cierta manera individuales, con el tiempo se fue transformando hasta adquirir visos de organización, que culminaron con la traición de las patrullas "Pedro" y "Domingo", e intentos de otras acciones contra las Bases. Esta actitud no fue generalizada, sino que la politización de la tropa saharaui fue más intensa en el Grupo Primero, y menor en el Tercero; en el Segundo, quizás por estar alejado de El Aaiún y Smara, quedó al margen del influjo político del momento.
Las posibles causas de estas diferencias puedan explicarse por la mayor influencia española y disciplina más rígida del Grupo III (la mayor parte de los soldados nativos hablaban bien el español), al carácter más belicoso de la tribu Erguibat, mayoritaria en el Grupo I, con disciplina mas laxa y menor europeización (el número de hablantes de español es muy inferior a los del Grupo III), y por encima de todo, la determinante presencia en Smara en 1968 de Bassir Mohammed uld Hach Brahim, que tras ponerse en contacto con un grupo de soldados de Tropas Nómadas decide crear un partido político.
Pudo influir también la proximidad de las fronteras marroquí y argelina, muy especialmente la primera, refugio y base de las partidas polisarias que, a partir de 1973 y a lo largo de 1974, actuaron preferentemente en su zona de responsabilidad, en concreto sobre la Bases de Echdeiría y Mahbes y el Puesto de Gobierno de Hausa, cuya orografía es muy propicia para acciones de hostigamiento.
Aunque militarmente no tuvieron ninguna trascendencia, sí representaron un importante factor de propaganda y atracción entre la población de la zona y, consecuentemente sobre la tropa, sin olvidar el papel que, en todo este proceso, representaron las Cuartas Patrullas.
Por lo que respecta al Grupo Sur, los Ulad Delim sin ir a la zaga de los erguibat en cuanto a espíritu guerrero, permanecieron al margen de las intrigas políticas por la lejanía física y cierto altivo desdén hacia las tribus del norte.
Realmente los primeros años de la década de los setenta en el Sahara fue de confusión y contradicción, que afectó tanto a los españoles como a los saharauis. De pronto, en un momento impreciso, los españoles debían tratar como enemigos a unas personas con las que se identificaban plenamente y en especial, en la Agrupación de Tropas Nómadas, donde la convivencia diaria había creado fuertes lazos de amistad y compañerismo entre ambos pueblos.
Es muy difícil considerar como enemigos a aquellos con los que se ha compartido el agua, el pan, la comida, el esfuerzo, las tristezas y las alegrías, en definitiva todas las vicisitudes que acarrean la vida en común en Bases y patrullas.
Los españoles no entendían que hubiera que prevenirse de aquellos con los que, hasta ese momento, sus relaciones habían sido fraternales; no entendían que los saharauis pudieran considerarles enemigos sabiendo, como sabían, el afecto hacia ellos; no podían comprender que suscitaran animadversión en aquellas personas a las que nunca se les había hecho ningún mal. De igual modo, para la inmensa mayoría de los soldados nativos, y en general la población saharaui, la perplejidad y desorientación corrían parejas a las de los españoles, pero siempre en tiempos de revueltas políticas la masa de la población es la gran muda y el pequeño grupo, inquieto y agitador, es el que alzando la vos, dirige y canaliza todas las acciones de la sociedad a la que pertenece y domina. Pero la historia está escrita y los hechos resueltos de manera contraria a los deseos de españoles y saharauis, pero mucho es de temer que sean irreversibles. La armonía entre europeos y saharaius no llega a romperse en las relaciones diarias y, del mismo modo, en la Agrupación de Tropas Nómadas aparentemente no hay nada extraño, salvo las excepciones individuales ya referidas.
Los sucesos producidos en El Aaiún en 1970 supusieron la primera llamada de atención que, si bien no significó un cambio de actitud de los unos para con los otros, sí hizo caer en la cuenta de que algo grave podía suceder en el futuro y un incipiente recelo empezó germinar en las conciencias.
De forma creciente las ideas independentistas del Polisario fueron extendiéndose entre la población nativa y, paralelamente, surge un sentimiento anti-español, más acusado entre los jóvenes saharauis que entre sus mayores, sentimiento que en principio no tuvo mucho eco entre los soldados de la Agrupación. No obstante la llamada a la rebelión estaba lanzada y algunos fueron sensibles a ella; las deserciones comenzaron y, aunque muy limitadas en número, sí fueron características, pues el desertor no se marchaba solo, lo hacía con el vehículo y el armamento, desde Smara o desde la patrulla, facilitándole la acción la ayuda de algún otro soldado o el "dejar hacer" de los demás, al no darse por enterados de lo que estaba sucediendo. Sin llegar, ni remotamente, al grado de violencia que sacudió a las poblaciones de las antiguas colonias africanas europeas en el proceso de independencia en los años sesenta, la situación en el Sahara se fue agravando. No obstante, en las Compañías de Nómadas la actividad discurría con normalidad, al menos aparente, y desde luego sin ninguna sensación de peligro para los soldados españoles, tal vez debido precisamente al afecto, solidaridad y compañerismo que durante tantos años fue la característica más acusada de la unidad. No en vano, la tropa saharaui veterana era conocedora del comportamiento justo, correcto y afectuoso que, tanto los mandos como los soldados españoles, habían tenido para con ellos, sus familias y población civil en general a lo largo de tantos años de nomadéo por todo el Territorio. Por otra parte, estos soldados veteranos no tenían una idea muy clara de lo que sería el Sahara sin España, eran conscientes de sus precarios recursos, deficiente organización y lo que era más importante para ellos en aquel momento: la sospecha y el temor de caer bajo el dominio marroquí, su tradicional enemigo.
En un ambiente de cierta inquietud por el devenir de España, donde se había producido el asesinato del almirante Carrero Blanco, y las incipientes manifestaciones anti-españolas de El Aaiún, en las que habían participado algunos soldados nativos, la vida en la Agrupación no cambia sustancialmente, aunque los mandos eran sensibles a cualquier suceso que pueda tener repercusión en la tropa, especialmente saharaui.
Más adelante tuvieron lugar dos hechos importantes: la declaración del Gobierno español a los representantes saharauis de conceder una amplia autonomía al Sahara -se expondrá posteriormente- y la traición de la tropa nativa de las patrullas "Pedro" y "Domingo". En estos momentos, la tensión fue máxima y más en los mandos que tenían responsabilidad directa sobre la tropa indígena en las Bases, donde la información no llegaba con la rapidez y amplitud suficiente que permitiera tomar las decisiones adecuadas y justas, en beneficio de un buen ejercicio del Mando y provecho para los intereses españoles.
Capital importancia tuvo la llegada de los representantes de la ONU. en la que quizás de una manera ingenua los militares españoles, y especialmente los destacados en las Bases, confiaron en su rectitud de conciencia, justa valoración de la situación en el Territorio e independencia de criterio. La realidad demostró que aquella delegación fue incapaz de discernir lo que sucedía en el Sahara, sólo vio las banderas polisarias y no el verdadero beneficio del pueblo saharaui, y lo más grave: que quizás llegaran con un plan preconcebido de lo que realmente debiera ser su cometido principal de informar con veracidad al alto organismo internacional. Después vendrá la Marcha Verde, el traslado a Villa Cisneros y el embarque el 30 de diciembre de 1.975 del Grupo I con destino a Canarias. Fue la última unidad de la Agrupación de Tropas Nómadas en salir del Sahara.